Cerebro y emociones. La educación multiplica las ya considerables facultades del cerebro, pero ¿podría ser incluso mejor? En la escuela, la universidad o el trabajo, forzados a adaptarnos cada vez más rápido, hacemos malabares con nuestros algoritmos cerebrales de aprendizaje. Sin embargo, ese despliegue espectacular sucede de modo intuitivo, sin jamás haber aprendido a aprender. Nadie nos explicó las reglas que hacen que el cerebro memorice y comprenda o, por el contrario, olvide y se equivoque. Es una pena, porque los datos abundan.
Diferencias. Al mismo tiempo, nuestros cerebros presentan variaciones individuales, y en algunos casos extremos puede aparecer una patología. La realidad de las patologías del desarrollo como la dislexia, la discalculia, la dispraxia o los trastornos de atención ya está confirmada por completo, y hay estrategias para detectarlas y compensarlas. Uno de mis objetivos primordiales es dar mayor difusión a estos conocimientos, en busca de que cada docente, así como cada familia, pueda derivar las consecuencias y adaptar su manera de enseñar.
¿Cómo aporta la Neurociencia en el proceso de enseñanza- aprendizaje?
La educación, como se sabe, involucra dos acciones fundamentales: la de enseñar y la de aprender. Las investigaciones científicas sobre la conducta humana y el funcionamiento cerebral brindan información valiosa sobre cómo los seres humanos enseñamos y aprendemos que puede ser útil para las teorías y prácticas educativas. Las neurociencias pueden realizar importantes contribuciones al conocimiento para facilitar la comprensión de procesos cognitivos claves para la enseñanza-aprendizaje, tales como la memoria, la atención, el lenguaje, la lectoescritura, las funciones ejecutivas, la toma de decisiones, la creatividad y la emoción, entreotros. Las neurociencias modernas son también importantes para el entendimiento de situaciones de riesgo de aprendizaje (por ejemplo, dislexia y discalculia) y así ofrecer un beneficio para muchísimos niños.
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